El pasado fin de semana tuve la oportunidad de asistir a un espectáculo de la Naturaleza, …y gratis!!!.
Un amanecer no deja de ser un hecho común, constante, con una cadencia de 24 horas y así todos los días. Sin embargo, concentrados en su contemplación, un resorte atávico hace click! en nuestro interior e inevitablemente caemos sumidos en una especie de trance existencial que desemboca en esas grandes preguntas sin respuesta que acompañan al género humano desde el principio, desde el primero de los amaneceres.
No esperaba yo encontrarme con las puertas del “Cine de los Genoveses” abiertas a esas horas, el taquillero se adivinaba a lo lejos, conduciendo un grupo hacia otras salas, supongo que a alguna superproducción hartamente publicitada y con su videojuego oficial correspondiente.
Yo opté por un documental más mundano, pequeñas pinceladas de realismo mágico y quien sabe si de “Autor”. El pequeño monte que queda a la derecha del parking de Genoveses hizo de palco, sesión matutina sin palomitas pero con trípode y angular. Y a disfrutar…
Hay que decir que la pantalla era panorámica
casi casi iMax
Bueno, el espectáculo continúa, seguidamente me dirigí en dirección sur hacia las calas que quedan justa a la derecha de Genoveses, creía que sólo había una antes de llegar a Cala larga pero encontré dos más. El paseo es muy bonito a esas horas de la mañana.
Hay un sendero principal que viene desde la bahía y que se bifurca una vez acabada la rada genovesa. De allí parten senderos secundarios (creo que tres) y dos de ellos llegan hasta el mismo punto de la ruta que yo realizé
Escogí el camino más cercano a la costa, al principio con una subida media que pronto se deja atrás para bajar después hasta Cala Chica. Alli encontré a un grupo que había pasado la noche y andaba recogiendo los sacos de dormir. Subida de nuevo hasta este punto donde realicé esta panorámica (no muy currada) y donde se aprecia la cala anterior y la siguiente, la que yo llamo de la barca hundida y que en realidad empalma con todas las de barronal.
Bajé el camino a esa cala que nunca había visitado, o al menos no recuerdo, antes merodeé un poco por el monte en forma de picacho que está justo enfrente en la anterior fotografía. Si os fijáis en la parte derecha del pico hay como un corte de la montaña. En realidad es una antigua cantera de adoquines abandonada. En la loma frente a esta hay otra más grande.
En realidad estas dos fotos las hice en el camino de vuelta, pero así creo que os orientáis mejor. Serían sobre las 9 cuando llegué a la orilla, dejé la mochila en la sombra y cámara en mano me puse a explorar el territorio. La verdad es que tiene algunos rincones muy singulares, os dejo una muestra:
Estas serían las paredes de uno y otro lado que delimitan la cala
En realidad el mar estaba muy tranquilo, por eso me pude meter en el agua con la cámara sin miedo a salpicones y sacar estas tomas
Pero sobre todo esta, pues es la razón por la que llamo de esa manera a la Cala, “del barco o la barca hundida”
No se aprecia en su justa medida pero se adivina el pecio hundido muy cerca de la orilla de unos cuatro metros de eslora y que no debe de llevar mucho tiempo allí pues aún se distingue pintura azul en sus costados.
Esta playa ofrece también unos fondos marinos alucinantes. En ambas esquinas, buceando entre las rocas abundan los peces, hay hoquedades y pequeñas cuevas, abundantes erizos, sargos, doradas, y un montón de especies más que no identifico y que consulté con todo un experto, mi compañero de trabajo Quique. Lamentablemente aún no dispongo de equipo para fotos submarinas, pero ya se andará, lo flipo con la GoPro.
A falta de fondos marinos ahí va una de orilla.
Entre chapuzón y chapuzón y un par de incursiones de buceo, estuve leyendo un cuaderno sobre CSS y HTML (me gustan estos contraste surrealistas) y sobre las 12 y media cogí el camino de vuelta esta vez por el interior del monte, pasando por una vaguada que desemboca de nuevo en el entorno de Los Genoveses.
Poco después de la 1 de la tarde llegué al aparcamiento, vuelta a la realidad, al apiñamiento y el gentío. Es un contraste pasar de la conversación solitaria con la naturaleza al gregarismo y el bullicio del comportamiento social. Entiendo que sea más raro lo mío, pero no concibo estos enclaves tan especiales atiborrados de gente, no creo que sea su esencia, aunque tampoco soy quién para ponerle puertas al campo. Digamos que hay algo que no encaja en el paisaje cuando a la vuelta te encuentras con esto…
Ni un hueco libre y 7 conductores preguntándome si me iba… pues si, me voy, se acabó la película (por hoy).
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